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La felicidad huele a jazmín.

30/07/2021

La vida es un río de aguas bravas. Es un viaje sin brújula, ni mapas. Una canción con estribillo más difícil de aprender, que de escribir. La vida es una bicicleta sin pedales ni sillín. Es aguantar la respiración y caer, caer, caer, hasta que el fondo te toque. Es un laberinto de espejos del que solo se escapa bailando. Una aventura voluntaria, una catedral de gelatina, un frasquito de tormentas, un eterno “¿y Wally, dónde está?”. La vida es, en definitiva, el irrefrenable deseo de seguir, y seguir jugando, cuando aún ni siquiera te habías percatado de que ya te habían quitado los juguetes.   
 
El gatito Max lo sabe bien. Nada más nacer, un coche le quitó a su madre. Un golpe de calor le arrebató a su hermano, y se llevó también su capacidad de ver, oír, y parte de su movilidad. Pero salvó la vida. Y jugó. Max no ha dejado de jugar al juego de vivir ni un solo día. Ahora había llegado el momento de intentar ayudarlo a encontrar en este mundo, a la persona que sintonizase con su realidad, que vibrara en su misma frecuencia, y sintiese la llamada de ser su compañera de juego, de vida. Posiblemente tan solo existía una. ¿Aparecería…?
 
Ángela. Así se llama la mujer que veis abrazada a Max en la fotografía. Es un instante hermosamente mágico. Merecería la pena tirar del freno de mano del mundo, y disfrutar por unos minutos de toda la belleza que alberga esta imagen. Es lo que ocurre cuando un ser humano decide demostrar que somos capaces de todo lo mejor, aunque tantos se empeñen en que no sea lo habitual. Ella leyó la historia de Max, lloró en silencio, hacia dentro, como se llora cuando se lloran las cosas que más duelen, e inmediatamente sintió una fuerza que la impulsó, una voz que le habló: “¡Yo! ¡Soy yo, Max! Yo soy tu compañera de vida”.
 
Ayer Max llegó a su nuevo hogar, en el que compartirá el juego de vivir con Ángela, con su pareja, y con otros dos gatitos más, que también son adoptados (Posi y Mickey). La frase coloquial “tengo una alegría que no me cabe en el cuerpo”, resulta bastante adecuada para resumir cómo nos sentimos ante el tierno desenlace de esta historia.  Queremos transmitir a Ángela nuestro agradecimiento infinito, así como a todos quienes habéis ayudado a que Max pueda seguir siendo feliz. Pero sobre todo, Ángela, felicitarte porque sabemos que si has dado este paso, es porque sabes con certeza que La Felicidad entra en tu hogar de la patita de Max (por si no tenías suficiente), y lo hace para quedarse.  
PorqueMax no sabrá de qué color es la felicidad, ni tampoco cómo suena; pero desde hoy, a vuestro lado, lo que sabe mejor que nadie es que “LA FELICIDAD HUELE A JAZMÍN”. 
 
¡¡Abrazos para todos, salud, y muuucha Vida!!

La felicidad huele a jazmín.
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