El caso que os vamos a relatar hoy, es de esos que al conocerlo te encoje el corazón hasta dejarlo del tamaño de un botón. El gatito Max tenía 3 semanas cuando lo rescatamos el 2 de julio de 2020. Recibimos el aviso de la Policía Local de El Espinar, por el que nos comunicaban que una vecina, al ir a tirar la basura, escuchó unos leves maullidos detrás del contenedor de residuos. Al acercarse pudo ver a una gata sin vida con signos de haber podido ser atropellada; junto a ella, 2 pequeños gatitos que se encontraban en malas condiciones. Probablemente la madre fue atropellada en las cercanías del contenedor, y maltrecha, se arrastró como pudo junto a sus pequeños para intentar seguir dándoles su protección, pero acabó falleciendo.
Acudimos de inmediato, y los trasladamos a nuestro centro veterinario para hacer todo lo posible por intentar salvarlos. Desgraciadamente, al cabo de una semana, uno de los pequeños falleció a causa de las consecuencias provocadas por el golpe de calor que sufrieron por las elevadas temperaturas a las que estuvieron expuestos.
Max sufrió severas lesiones neurológicas, quedando ciego y sordo. Cuando me contaron su caso, me estremecí intentando imaginar cómo puede ser la vida sin la posibilidad de ver, ni oír. Hace años, escuché que, pese a lo que puede parecer, la imposibilidad de oír te aísla más de tu entorno que la incapacidad de ver. Pero la suma de las dos provoca que te surja la pregunta de: ¿cómo es posible vivir así, sumido en perpetuo silencio y oscuridad? Pues no solo se puede vivir, sino que además se puede vivir feliz. Para que os hagáis una idea de cómo es la vida de este angelito, vamos a transcribir textualmente las palabras de Isabel, quien ha sido su mami de acogida durante todo este año que ha pasado desde que lo rescatamos, y quien le ha dado todo su amor y dedicación, para ayudar al pequeño Max a que pudiera encontrar su propia forma de vivir feliz:
“Del precioso y pequeño Max puedo contaros que le puse su nombre inspirándome en Max Estrella, el protagonista ciego de la novela “Luces de Bohemia”. Cuando llegó a mí, la situación resultaba un tanto esperpéntica y tragicómica. Pero por encima de todo, tierna. Él actúa para sí mismo. No oye, no ve, ¡¡pero no para quieto!! Le gusta jugar con unos pompones suaves de lana, se los acerco dándole con ellos, y él los coge con la boca y se los lleva para esconderlos detrás de un mueble, para luego intentar sacarlos, como cualquier otro gatito. Cuando quiero llamarlo, golpeo el suelo y él debe sentir las vibraciones, y viene. Le encanta que le acaricies, enseguida arquea el lomo haciendo “puentecitos” y ronronea sin parar. En ocasiones juega a carreras como un caballito trotón, con sus cuatro patitas por el aire debido a su ataxia (falta de coordinación de movimientos), lo que no le impide subir y bajar de sofás y camas. Si se tambalea o cae, no se da por vencido y lo vuelve a intentar hasta conseguirlo”.