La mayoría de los perrillos que han sido abandonados o han escapado de cautiverios infernales, han tenido experiencias tan negativas en su relación con los seres humanos, que cuando acudimos a rescatarlos, no lo ponen nada fácil. Por mucho que nuestra intención sea la de ayudarlos, y salvarlos de la peligrosa situación en la que se encuentran, ellos no lo saben; algunos son extremadamente desconfiados y, aunque estén terriblemente hambrientos e intentes acercarte a ellos ofreciéndoles alimento, no dejan que te acerques a más de tres o cuatro metros de distancia: ¡imposible cogerlo!
Pero afortunadamente los equipos de rescate contamos con la ayuda de una herramienta que contribuye a salvar cada año la vida a muchos miles de animales abandonados. Es, la jaula trampa. Este dispositivo consiste en una jaula como la que ves en la imagen. Se coloca en la zona donde previamente se ha estado alimentando al pequeño durante varios días. Se deja con la trampilla abierta y se dispone comida en el fondo de la jaula. Cuando el pequeño se introduce en ella para comer, pisa una placa activando un resorte que produce el cierre automático de la puerta. El resultado es la imagen que estás viendo: la rescatadora con cara de “te atrapé”, y el perrillo con cara de “me han pillao”…
Este ha sido el caso de Batman; un podenquito de poco más de tres años que te enamora nada más tenerlo junto a ti. Recibimos el aviso de Ángel, un adoptante de dos pequeños de El Refugio. Se encontraba en ruta y había parado a tomar un café en una estación de servicio de la A-1. En los alrededores vio a un perrillo con todos los síntomas de estar abandonado. Intentó acercarse a él para ayudarlo, pero el pequeño era muy desconfiado. Contactó con nosotros para pedirnos ayuda, y nos desplazamos hasta allí con la mencionada “jaula trampa”, que una vez más nos ayudó a salvar la vida a un pequeño en apuros.