El 23 de diciembre recibimos un aviso: una pareja de perros había sido avistada durante varios días consecutivos, deambulando perdidos por una zona localizada de Los Ángeles de San Rafael. Nos personamos en la cima de los montes que rodean la inmensa urbanización, y al cabo de unos minutos de peinar la zona, surgen de entre unos matorrales dos perros blanquinegros muy juntitos, muy bonitos, y bastante flacos. Debían llevar abandonados bastantes días, en los que probablemente habrían conseguido alimentarse entre poco y muy poco.
Desplegamos todos nuestros encantos para intentar cogerlos, y la hembra se mostró desde un principio mucho más proclive a aceptar nuestra amistad y suculenta comidita, que su receloso compañero. De hecho, ella se zampó dos latas de rico paté, y de postre un porroncillo de chuches de verduras variadas. Si al menú le sumamos nuestra retahíla de carantoñas y arrumacos, el resultado es positivo: decidió que éramos gente interesante, se dejó coger, y se subió a nuestra furgoneta con el convencimiento de que hacía lo correcto.
No fue así con su hermano, que lo observaba todo a una prudencial distancia de unos diez metros, en actitud tranquila, pero con gesto de no gustarle un pelo toda aquella performance. Y como suele ocurrir en estos casos, si nos acercábamos tres pasos, él se alejaba cuatro, y así durante más de una hora en la que acabamos teniendo la sensación de estar jugando una partida de ajedrez, que él sabía con certeza que acabaría en tablas.
La experiencia nos dice que, llegados a este punto, lo mejor es batirse en retirada y volver con refuerzos (sabíamos que él iba a quedarse en la zona). Fuimos a nuestro Centro de Adopción a llevar a la perrita y a recoger la jaula trampa (dispositivo que utilizamos habitualmente para intentar capturar a perrillos que no lo ponen fácil).
Al volver, lo vimos a lo lejos merodeando el lugar en el que cogimos a su hermanita. Colocamos la trampa con suficiente alimento, y nos fuimos con la esperanza de volver en unas horas y verlo dentro de la jaula, pero no fue así. Hicimos una batida por la zona y tardamos poco en localizarlo y observar que estaba bastante débil y tenía una patita delantera herida, pero continuaba sin tener intención de ser capturado.
Un miembro del equipo dijo: “si el paté no ha conseguido que el hambre pueda más que el recelo, yo recurriría al pollo asado. Es infalible”. ¡Y así fue! Volvimos a casa, preparamos la carne de un pollo asado, regresamos a la zona, montamos la trampa, y desaparecimos con la esperanza de triunfar en el intento. Esta fue la imagen que nos encontramos pocas horas más tarde.
Comenzamos a dar saltos de alegría y nos hubiésemos roto las costillas a abrazos, pero desgraciadamente “abrazo” sigue siendo un artículo que continúa fuera de stock… El que veis en la foto es un momento de mucha ternura, porque a la alegría de haber podido salvar a este pequeño por el que llevábamos ya tres días muy preocupados, se une el desconcierto que siente él por encontrarse prisionero en el interior de una jaula, y caer en manos de unos individuos cuyas intenciones desconoce. Hay que tener en cuenta que en sus tres años de vida, es muy probable que no haya tenido la suerte de tratar con humanos que le hayan hecho pensar bien de nuestra especie. Es la triste realidad de los animales abandonados y maltratados, y también del ser humano como especie.
Cayendo ya la noche, regresamos a nuestro Centro, donde se encontraba su hermana (que no se esperaba la visita que iba a recibir). Tres días después de haber sido rescatada, se reencuentra con su hermano. Volvían a estar juntos, pero esta vez ya a salvo de todos los peligros que corrían durante su periodo de abandono.
Y aquí tenéis a este par de bellezones que están mirándote con cara de: “Bueno, ¿nos adoptas o qué…?”. Como los rescatamos en plena Navidad, los llamamos Christ & Mas. Son hermanos, son hermosos, y tienen 3 años. Son muy buenos, pero el hecho de estar juntos provoca que su interrelación con personas y otros perretes, sea un poco más extraña. Dicho de otra forma, su vida social sería más relajada si fuesen adoptados por separado. Esta es la conclusión “técnica” a la que llegamos desde la experiencia adquirida en la observación del comportamiento de tantos miles de perros como hemos rescatado y entregado en adopción a lo largo de estos últimos 25 años. Pero, sin embargo, por otra parte, tal y como ha sucedido su rescate, y sabiendo que son hermanos y han estado siempre juntos, no queremos dejar de intentar que sean adoptados juntos. ¿No crees que merece la pena intentarlo? La persona o familia que los adopte, ha de ser paciente, y saber otorgar a estos dos pequeños la oportunidad de disponer de su tiempo y su espacio. El que necesiten. Quizás sean semanas, quizás meses, pero muy probablemente acaben estabilizando sus emociones, y puedan relacionarse con todo su entorno de una forma natural y fluida. Si por cualquier motivo finalmente no fuese así, siempre cabría la posibilidad de que la familia se quedase con uno de ellos, y buscásemos una nueva familia para el otro, sabiendo que de esta forma, ambos disfrutarían de una vida tranquila, segura y feliz. Creemos que al plantear el proceso de su adopción de esta forma, estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos para intentar conseguir que sean lo más felices posible, y estamos convencidos de que lo podremos lograr. Si quieres adoptar a Christ & Mas, escríbenos un e-mail a adopta@elrefugio.org adjuntando un teléfono de contacto, y nosotros te llamamos. Bienvenidos a casa, pequeños. Os queremos un montón y sabemos que lo mejor, empieza aquí. ¡¡Abrazos para todos, salud y muuucha Vida!!