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Mamá: ¡tengo miedo!

02/09/2020

La lista de razones por las que podríamos afirmar que ser niño es más sencillo que ejercer de adulto, es larga (al menos desde los ojos de un adulto; habría que preguntar a los pequeños qué opinan ellos, para poder dar por bueno este principio). Desde la perspectiva que otorgan años de observación del comportamiento humano, se podría establecer “la Teoría de la Edadtividad”, o lo que es lo mismo, la relación existente entre la velocidad a la que los niños quieren cumplir años, y la velocidad a la que los adultos intentan quitárselos: ¡es la misma! Con frecuencia alguien le dice a un niño: ¿Cuántos añitos tienes, dos? Y el niño, todo ofendido, responde: “¡Nooo, ya tengo dos años y medio!”, reprochándonos la estupidez por pensar que son “menos mayores” de lo que en realidad son. En impecable efecto espejo, ocurre lo mismo en el banquillo de los adultos:
­­­_“¡Hombre, felicidades! ¿Cuántos te caen, 45?”.
_”¡Noooo, ¿qué dices, cómo que 45? ¡43, yo tengo 43!
Cuando hablamos de tener más de 40, cualquier persona sería capaz de bloquearte el WhatsApp por el mero hecho de haberle echado un par de años de más… Pero la vida es como una cinta mecánica en la que nos sientan al nacer y según avanza, lo hace también nuestra edad (de ahí el dicho de que una persona que ha cumplido muchos años, es “una persona de edad avanzada”).
 
Una de las cuestiones en las que los nanos llevan ventaja, es la gestión de algo que padecemos todos a lo largo de nuestra existencia: EL MIEDO. Cuando un niño siente miedo, corre a buscar el regazo de su madre o su padre y dice: “Mamá: tengo miedo”, o “Papá, tengo miedo”. El solo hecho de verbalizarlo, de compartirlo con alguien, ya resulta bastante tranquilizador. Los papis se encargarán de lo demás. Los niños lo hacen con total naturalidad. El problema viene cuando la sociedad educa a nuestros pequeños en el dogma de que tener miedo es de cobardes, y en la vida lo que hay que ser es valiente. ¿Cuándo fue la última vez que reconociste a alguien, “tengo miedo”? No suele ser habitual. El miedo te lo comes con patatas, lo sufres en silencio, procuras maquillarlo lo mejor posible, y a veces mantienes interminables charlas de madrugada con él. Todo, para que los demás no puedan juzgarte como alguien blandengue. En nuestra “sociedad de éxito”, el miedo es atributo de fracasados.
 
Precisamente, nos está tocando vivir una época en la que el valor de “las acciones del Miedo” se ha disparado en Bolsa, y lo ha hecho al alza. Es asombrosa la cantidad de motivos fundados que parece haber, para tener miedo a otras tantas cosas. No pasaremos a enumerarlos, para respetar la libertad de todos a tener, o no, miedo a lo que nos dé la gana. Lo peor de los miedos es que minan nuestra confianza, tanto en otros como en nosotros mismos, y eso es algo imprescindible para poder afrontar proyectos y relacionarnos con nuestros semejantes. Además, crea serios perjuicios a la ilusión, la alegría, el sueño y la salud. Resumiendo, podríamos decir que el miedo es de las cosas más chungas que nos pueden pasar.
 
Ahora que con tanta celeridad andan en busca de una vacuna milagrosa, lanzo la pregunta: ¿existe vacuna contra el miedo? La respuesta es: NO. Pero sí disponemos de antídotos muy eficaces para luchar contra él. El mejor de todos se llama “AMOR” (y además es gratis porque de momento las farmacéuticas no han podido hacerse con la patente…). Recibir amor de forma continuada ayuda enormemente a que tus miedos se desvanezcan como un gas; porque los miedos son muy valientes con quienes ven débiles, pero en cuanto les plantas cara corren más que Speedy González.

Mamá: ¡tengo miedo!
Mucha capacidad para dar amor es lo que debe tener la persona que estamos buscando para que nos ayude a que esta perrita, Catalina Morgan, pueda recuperar la confianza en sí misma y en los demás. La rescatamos del abandono en mayo de 2019 en El Espinar (Segovia). Creemos que no hace falta decir nada sobre el estado en el que la encontramos aquel día, las imágenes hablan por si mismas. Los horrores que tuvo que vivir han dejado su corazón como el paso del huracán Katrina: anegado de miedo. 
Mamá: ¡tengo miedo!
Recuperarla físicamente nos llevó semanas, pero su alma estaba hecha añicos. Durante todo este tiempo le hemos dado todo el amor que tenemos en stock y hemos conseguido que mejore bastante pero aun así, la paz no ha conseguido aún encontrar un lugar en su vida. Tiene 2 añitos, es muy dócil, tranquila y acepta el cariño con agrado, pero cualquier cosa que ocurra a su alrededor, la sobresalta.
Mamá: ¡tengo miedo!
Creemos que la ayuda que nosotros podemos dar a Catalina Morgan ha tocado techo. Para continuar mejorando en su desarrollo afectivo, necesita el entorno de un hogar que sea lo más tranquilo posible, para convivir con personas sosegadas que le transmitan la calma y la confianza que ahora le faltan. Tolera la presencia de otros perros, siempre que sean tranquilos, y es totalmente incompatible con niños: les tiene pavor (demasiado activos, explosivos e imprevisibles para ella…).
 
Ojalá alguna de las personas que estáis conociendo el caso de Catalina Morgan, reunáis las condiciones que ella necesita, y queráis ayudarla a conocer un tipo de vida que desgraciadamente le negaron de una forma tan cruel: una vida feliz.
 
Si es así, escríbenos un e-mail a  adopta@elrefugio.org  adjuntando un teléfono de contacto y nosotros te llamamos.
 
Catalina Morgan, te queremos mucho, te queremos en casa, te querremos siempre.
¡¡Abrazos para todos, salud y muuucha Vida!!
Mamá: ¡tengo miedo!
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