Poder presenciar cómo una madre amamanta a su camada de recién nacidos es un hecho único y muy poderoso que te deja irremediablemente callado, con los ojos abiertos cual ventanas y un batallón de erizos correteando por tu piel.
Así nos hemos quedado al contemplar a Kinger, esta preciosa mamita que llegó a nosotros desde Almería, donde había sido abandonada.
Sus cinco retoños interpretan a lo unísono una danza estimulante, que haga brotar de las entrañas de su madre el alimento que sus diminutos cuerpecitos demandan sin cuartel.
La mirada de Kinger rebosa amor, honestidad, entrega, limpieza, verdad, dignidad; dos perlas color añil que se te clavan en el alma buscando comprensión, empatía y un ramillete de complicidad.
Es para nosotros un honor darles la bienvenida a nuestro pequeño mundo de protección, y poder ayudarlos a todos a que encuentren familias que los adopten.
Todavía son demasiado chiquitines pero publicaremos otro reportaje en el momento que puedan ser adoptados.