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Hasta que te cruzaste en mi camino.

09/09/2020

El día 2 de octubre del año 1994 tuvo lugar un trágico e insólito hecho que sacudió casi todas mis creencias. Tras todo el verano comentando a sus compañeros de trabajo que tenía muchas ganas de visitar el Zoo de Madrid, Miguel Ángel (de 28 años de edad) pudo cumplir su deseo, de la mano de su esposa y su hijo pequeño. Disfrutaban de una relajada visita cuando, de pronto, al encontrarse observando a las ovejas churras en su recinto, sonó un atronador chasquido, una explosión conmovedora. Acto seguido, Miguel Ángel caía al suelo fulminado por un rayo; el único rayo que aquel día cayó sobre la ciudad de Madrid.
 
Al escuchar la noticia se me erizó la piel. Mira que la ciudad de Madrid es grande, mira que la Casa de Campo está repleta de árboles (que por lo general suelen estar en el punto de mira de los rayos), mira que todo el recinto del Zoológico estaba protegido por dos pararrayos y que el vecino Parque de Atracciones cuenta con artefactos de mayor altura que las construcciones del Zoo… Mira que existían millones de puntos sobre los que podría haber caído aquel maldito rayo, que no fuera sobre el cuerpo de aquel joven, al que aniquiló frente a los ojos de su familia.
 
Me hizo pensar mucho. Qué fuerte, ese rayo estaba tranquilamente en el cielo a punto de caer, decidiendo: “a ver, a ver… ¿dónde caigo, en esa casa, en aquel árbol, sobre el Ministerio de Justicia, sobre el Circo Price, caigo en el Santiago Bernabéu o sobre aquel encapuchado que está a punto de atacar a una anciana…? Pero no. Por alguna inexplicable razón decidió caer sobre un joven que se encontraba observando a las ovejas churras en el Zoo junto a su familia. Y es que tampoco podemos decir que Miguel Ángel fuese la única persona que había allí en aquel momento, que había docenas y docenas de visitantes.
 
Me surgió la duda sobre qué hubiera pasado si se hubiera parado unos segundos antes de llegar al lugar donde le cayó el rayo, para atarse un cordón de sus zapatillas deportivas, o se hubiese decidido a comprar unas palomitas de maíz antes de ir a ver a las ovejas churras… ¿Quizás el cordón o las palomitas hubieran podido salvarle la vida porque aquel rayo estuviese programado para caer en aquel punto exacto, y en aquel exacto instante, estuviese o no, él allí? ¿O simplemente el rayo estaba programado para caerle a él, y le hubiese esperado hasta haber comprado las palomitas o atarse el cordón, y en vez de caerle en el recinto de las ovejas, le habría fulminado mientras observaba la tediosa existencia de los hipopótamos, los leopardos, o los mandriles…?
 
Esta noticia me ha acompañado a lo largo de la vida, recordándome cada cierto tiempo que hay determinadas cosas que te han de pasar, y tan solo te ocurrirán “cuando estés en el lugar adecuado, en el momento preciso”.  (Ojo, esta máxima opera con exactitud científica; de nada sirve que llegues al lugar de marras 5 minutos antes o dos días después, ni que te pongas 10 metros más “p’allá o p’acá”). Ahora, si alguien o algo ha decidido que algo en concreto te tiene que pasar, tranquil@, que te encontrarás en el lugar y momento acordado para que te lo lleves puesto.
 
En aquel caso el hecho fue trágico, pero este principio también desencadena episodios bonitos y beneficiosos. Y es extremadamente difícil, casi milagroso, que ese mágico momento en el que va a ocurrir un hecho que cambiará los designios de la vida de uno o más seres, quede plasmado en una fotografía. Por eso las fotografías también reciben el nombre de “instantáneas”, porque retratan instantes únicos que jamás volverán a producirse. Congelan el tiempo, atrapan un pellizco de historia y lo encapsulan en una tarjeta SIM o en un disco duro.
 
Hoy tenemos el privilegio de compartir con todos vosotros una de esas Transformadoras Instantáneas de la Vida

Hasta que te cruzaste en mi camino.
Un turismo circula por una carretera comarcal de la provincia de Málaga. Al salir de una curva se encuentra a una perra y su hijita en mitad de la calzada. Aquí comienzan a ponerse en práctica las múltiples variables de nuestra máxima científica “lugar/momento preciso”:
 
A- Las perritas cruzan en el lugar indicado, pero lo hacen cinco segundos más tarde, por lo cual el coche ya habría pasado y no estaríamos viendo esta foto. Las dos perritas seguirían vagando abandonadas, expuestas a todos esos peligros que en muchos casos acaban con sus vidas.
 
B- Las perritas cruzan en el momento justo, pero el coche va a más velocidad de la que debería, no le da tiempo a frenar y las atropella (desgraciadamente, esta opción ocurre con mucha más frecuencia de la que nos gustaría. Tampoco estaríamos viendo la instantánea).
 
C- Las perritas cruzan en el lugar y momento justo, pero el vehículo que llega es de alguien que no le importan un pimiento colorao los animales, les toca el claxon para ahuyentarlos, y continúa su marcha (al igual que la opción B, ocurre demasiado a menudo. Tampoco estaríamos viendo la foto).
 
D- Las perritas cruzan en el lugar y momento justo, pero el vehículo que llega es de la Policía Local. Paran, llaman al Servicio Municipal de Recogida de Animales Abandonados del municipio competente más próximo, y se los llevan a la Perrera Municipal correspondiente, donde el tanto por ciento de posibilidades de que acaben sacrificándolos, es muy alto. Por supuesto, no estaríamos viendo la foto).
 
E- Las perritas cruzan en el momento y lugar exactos, y en el coche que se acerca, va una simpática joven de nombre Laura, que se dirige a pasar unos días de descanso. Para que el coche parase con intención de ayudar a esos animales (que tenían pinta de estar más abandonados que el Recinto Ferial de la Expo de Sevilla), a bordo tendría que ir una persona muy comprometida con la protección animal. Y así fue. Laura es uno de los miembros más activos de El Refugio; una persona que, desde muy niña, ha salvado la vida a muchos cientos de animales en apuros. Los ama con locura, lucha por ellos con uñas y dientes, y tiene un don especial para entenderse con ellos. Particularmente, en lo que la conozco, más bien la definiría como un humano que ha sabido no renunciar a sus instintos y comportamientos animales, convirtiéndose así en un extraordinario “ser humanimal”.
 
Aún hay que atribuirle a Laura un mérito añadido. Al igual que debemos a los reporteros gráficos su dedicación para captar imágenes de muchas cosas que suceden en el mundo (guerras, catástrofes, delitos, grandes eventos naturales, etc…), le debemos a Laura su compromiso a la hora de documentar en una sola imagen, el universo del abandono animal. Un trabajo que permite concienciar a muchas personas sobre la gravedad del problema del abandono de animales, y todo el sufrimiento que les causa. Es conmovedor ver como la madre protege a su peque, y lo feliz que vemos a la hija por estar junto a su madre; mientras permanezca junto a ella, jamás se sentirá abandonada…
Hasta que te cruzaste en mi camino.
Como ya todos podríamos imaginar, Laura subió a las perrillas al coche y se las llevó al lugar donde iba a pasar sus días de descanso. Allí convivieron juntas durante toda una semana, hasta que volvieron a Madrid, donde han pasado a formar oficialmente parte de la familia de El Refugio. Las dos son adorables, obedientes y muy sociables. La mami (Pat) tiene 1 año y medio, y la peque (Laou), 3 meses.
 
Las dos están buscando un hogar que poder llenar de amor y alegría. Lo fundamental es que las dos sean adoptadas cuanto antes, pero conociendo a Laura, sabemos que nada le haría más feliz que el hecho de que alguien quiera darles la oportunidad de que no tengan que separarse, y adopte a las dos juntas.
 
Mira la foto durante unos segundos. Quizás seas tú quien ahora mismo estés “en el lugar adecuado y el momento justo”, y estés a punto de hacer algo que cambiará tu vida: ¡adoptarlas! Si quieres que la felicidad de una hija junto a su madre no se rompa nunca, ábreles tu hogar. Si quieres adoptarlas, escribe un e-mail a adopta@elrefugio.org  y nosotros te llamamos. Ellas llenarán tu vida de felicidad.
 
Pat & Laou, os queremos mucho, muy pronto estaréis en casa. Y a Laura, tan solo felicitarla por “ser tan animal”, y pedirle que no cambie nunca, a no ser que sea para mejor (que está difícil…).
 
¡¡Abrazos para todos, salud y muuucha Vida!!
Hasta que te cruzaste en mi camino.
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