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Los años que viví sin ti.

07/08/2020

Lo primero que hago siempre que llego a nuestro centro de adopción es tirarme al suelo para permitir que un emocionado enjambre de perrillos revolotee a mi alrededor celebrando mi llegada. Son momentos de una emoción tan intensa como cuando los Reyes Magos habían dejado cuatro regalos en tu zapato, y pretendías abrirlos todos a la vez.
 
Los lametones hacen a los pelos, la misma labor que el huevo al pan rallado; es decir, que al cabo de pocos minutos, me encuentro sentado en el suelo, solo, polvoriento, y absolutamente “empanado” en pelo de unos 25 o 30 perrillos distintos. ¡Ya soy uno más, pertenezco a la manada!
 
Es entonces cuando puedo observar en la distancia cómo se comportan unos con otros, cuáles son sus personalidades, cómo son sus vidas. Como las cigüeñas en febrero, vuelve siempre a mí el recuerdo de todos aquellos pequeñajos que formaron parte de nuestra familia y un día marcharon rumbo a sus hogares definitivos, con personas que decidieron “casarse con ellos”. Sí, sí, digo bien: ¡casarse con ellos! Porque la persona que decide adoptar a un perro, lo que realmente está decidiendo es compartir todos los días de su vida con él; ser su amigo, su socio, compañero, cómplice y protector; en la salud y la enfermedad, la riqueza y la pobreza, el dolor y la felicidad, hasta que la muerte los separe. Y eso, técnicamente, es un matrimonio en toda regla.
 
Llegado este punto, miro a alguno de ellos y telepáticamente le pregunto: “¿Cómo será la cara de la persona que decidirá casarse contigo? ¿Será mujer? ¿No lo será? ¿Será una familia de cinco miembros, o de tres? ¿Será una pareja que ya convive con otro perrillo y dos gatos? ¿Será un director de orquesta o la futura descubridora de alguna vacuna milagrosa? ¿Un marchante de arte, una ingeniera de inteligencia artificial, un mecánico dentista o un trompetista de jazz? ¿Cómo serán sus ojos…?”. 
Y oculto en el dobladillo de esta última pregunta, siempre hallo un papelito plegado en cuatro dobleces, que contiene escrita a mano la pregunta del millón: “¿Cuánto tiempo ha de pasar hasta que aparezca por esa puerta la persona que decidirá casarse contigo…?”.
 
A este respecto he de decir que esa cantidad de tiempo es tan indeterminada como elástica. A lo largo de estos últimos 24 años, tanto hemos vivido casos de pequeños que han sido adoptados tres días después de haberlos rescatado, como algún otro en el que tuvieron que pasar hasta 11 años (así fue como ocurrió con la adorable perrita Volga. Os adjuntamos el enlace del día que se produjo su adopción, al final de este relato).
 
Pero así sean 3 días u 11 años, nuestra misión y vocación es protegerlos, mimarlos, alimentarlos y darles los cuidados veterinarios que requieren, desde el primero hasta el último día que viven a nuestro lado. El amor no hay dinero que lo pague, pero para todo lo demás, el dinero es indispensable. Y una vez más, es aquí donde ponemos en valor la labor que desempeñan los socios de El Refugio; personas que con su aportación económica hacen posible que cuidemos a todos los perros y gatos que rescatamos del abandono y el maltrato, hasta que conocemos las caras de las personas que los adoptan.
  

Los años que viví sin ti.
 
Normalmente nunca publicamos fotografías de nuestros socios, pero hoy, por motivos de peso, vamos a romper la norma. Queremos “poner cara” a Sara, vecina de Madrid, que lleva ayudándonos ¡desde hace ya 12 años! Y queremos hacerlo porque, además, Sara ha decidido casarse con la dulce Baykal; esta preciosidad a la que rescatamos en Tíjola (Almería), muy desnutrida y dando positivo en Leishmania. Aún sabiendo que es una enfermedad crónica tratable, hay personas que prefieren adoptar a otro perro que no sea positivo en Leishmania y, quizás por ello, Baykal llevaba 4 años y medio viviendo con nosotros. La rescatamos en 2016 con dos añitos de edad.
Los años que viví sin ti.
Pero para Sara no ha resultado un impedimento sino todo lo contrario, y nos hace muy felices verlas en el momento que formalizaron su unión. La mascarilla de Sara nos recuerda que se produce en un momento en el que la humanidad está más instalada en la enfermedad que en la salud, pero quien goza de una salud envidiable es su corazón, que proclama públicamente con esta unión que lo mejor de la Vida llega cuando la compartes de forma incondicional con alguien a quien poder querer de verdad.
 
Baykal, preciosa, disfruta mucho de cada día de tu vida junto a Sara: ¡te lo mereces!
Y a ti, Sara, y a todas las personas que nos ayudáis de forma incondicional, llueva, truene o hiele… ¡¡¡GRACIAS DE CORAZÓN!!!
 
¡Abrazos para todos, salud y muuucha Vida!
Si quieres ver la emocionante adopción de la perrita Volga, 11 años después de ser rescatada del abandono, pincha aquí: https://www.youtube.com/watch?v=RLr2wdXoESk
 
Y recuerda que si te emociona lo que hacemos y sientes que merece la pena echarnos
una mano, puedes ser socio de El Refugio desde solo 3€ al mes, y puedes hacerlo aquí: https://elrefugio.org/hazte-socio
Los años que viví sin ti.
Los años que viví sin ti.
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