El pasado 20 de marzo, la Unidad de Intervención Rápida de El Refugio llevaba a cabo su primer rescate en el madrileño barrio de San Blas. Fuimos a socorrer a dos perritos que habían quedado solos en su hogar, tras la hospitalización de sus dueños por Covid-19.
Fueron días duros, días de incertidumbre, desconcierto y, por qué no reconocerlo, de angustia, y bastante miedito general…
Pero sucedió algo que nos hizo muy fuertes. En el mismo momento que hicimos público el número de teléfono al que contactar con nosotros para solicitar ayuda para perros y gatos en situación de desamparo por hospitalización o fallecimiento de sus dueños, no dejó de sonar ni un solo instante. Pero sorprendentemente, la gran mayoría de las personas que nos llamaba, no lo hacía para solicitar ayuda, sino para ofrecerla. Sin ni siquiera haberlo solicitado, infinidad de personas se ofrecieron voluntarios para acoger en sus hogares a alguno de los animales que pudieran necesitarlo. Abrimos un listado en el que registrar sus datos, y queremos que sepas que ahora esa lista atesora los nombres de nada menos que 417 madrileños que reaccionaron ante el problema, con tanta rapidez como a la que se estaba moviendo el virus. Y ahora, que parece que nos dirigimos hacia un nuevo escenario social al que el Gobierno ha denominado como “Nueva normalidad”, queremos contarte cómo está la situación, o al menos, cómo es la realidad que hemos vivido hasta ahora desde El Refugio.
45 días después del primer rescate, hemos gestionando y coordinado la resolución de multitud de casos de muy diversa índole: anímales cuyos dueños han sido hospitalizados y no tienen familiares o amigos que puedan hacerse cargo de ellos en su ausencia; otros que han quedado definitivamente solos por fallecimiento de sus dueños; propietarios de dos residencias, que fueron confinados en la que no tenían a sus animales, pero no les permitían ir a buscarlos; animales que quedaron aislados en comercios cerrados; familiares o amigos de un hospitalizado que quieren hacerse cargo de su perro o gato, y nos piden que lo desinfectemos antes de acogerlo en su hogar; y un sinfín de intrincadas situaciones para las que ha habido que ir encontrando soluciones específicas.