En plena Campiña Segoviana habitaba una persona cuyo corazón rebosaba amor por los animales. En la parcela en la que se encontraba ubicado su hogar, alimentaba y mimaba a una veintena de gatitos. Los esterilizaba y marcaba con el corte en la oreja que identifica a los mininos que lo tienen, como “gatos de colonia”. Podríamos decir que creó su propia colonia felina en su hogar. Hace algunos meses esta persona falleció. Su desaparición implicó también la de su amada familia de gatitos. El deseo de los familiares del difunto fue vender la propiedad, y para ello, todos aquellos gatitos debían desaparecer de allí.
Varias vecinas se implicaron para intentar reubicar a los veinte pequeños en sendos hogares. Lo consiguieron para dieciocho de ellos; tan solo dos no consiguieron que nadie quisiese darles una oportunidad. Lo triste de esta historia es que los únicos dos gatitos que nadie quiso, eran hermanitos de dos meses de edad, uno de ellos ciego y el otro tuerto. Su situación era muy delicada y una persona contactó con El Refugio para trasmitirnos su situación, y saber si podríamos hacernos responsables de ellos. Este es el momento en el que nuestro equipo veterinario comenzó a trabajar para evaluar su situación. Finalmente, de sus cuatro ojitos, hubo que proceder a la enucleación (o extirpación) de tres de ellos.