De vez en cuando aparecen en nuestras vidas personas que, con sus actos, nos marcan de una forma especial.
Así nos ha ocurrido con Noemí. Llegó a El Refugio con la intención de adoptar a un perro, pero lejos de fijarse en cachorros o perros jóvenes, Noemí entendió que la vida le estaba enviando un mensaje cuando cruzó su mirada con la de Mori, una galga de once años con una larga vida teñida de escopetas, pan duro, cadenas y desprecio.
Noemí no tardó en entender que esa perrita merecía una oportunidad más que nadie. Once años sin saber lo que es el cariño, es una crueldad; once años sabiendo lo que es el desprecio a diario, es una condena.
Ayer recibimos una preciosa carta de Mori donde nos relata cómo son sus primeros días de adopción en casa de Noemí. Ha sido muy emocionante saber que ahora goza de una fuente inagotable de amor, de una camita caliente al pie de una ventana por la que entra el sol, de un enorme parque con un montón de amigos como ella, y de la seguridad de que nada, nunca, volverá a ser como antes.
A lo único que nos confiesa que le ha costado un poco más acostumbrarse, ha sido algo que hay en el salón. "¿A quién se le ocurre hacer un objeto que emite ruidos y voces, que cambia de imágenes constantemente, que es plano y no acaricia ni se mueve?
Efectivamente, a Mori le daba miedo la televisión, algo que se encuentra en todos nuestros hogares y que evidencia que ella nunca tuvo (aunque pensándolo bien, viendo lo que hay en la tele, es normal que le de miedo...).
Enhorabuena a Mori por esta nueva y merecida vida, y un millón de gracias a Noemí por su inmensa generosidad y por aportar un poco de cordura a este Mundo loco que no sabe muy bien a dónde va.