Hace unos días recibimos una petición de ayuda urgente para Lola y Bolita. Estas dos preciosas mastinas son madre e hija, y acaban de perder a su compañero humano por los efectos de una grave enfermedad irreversible, hecho por el cual quedaron en una peligrosa situación de desamparo. Acudimos a su encuentro para rescatarlas del que siempre fue su hogar en una pequeña localidad cacereña.
Al llegar a la puerta de la casa, las dos se acercaron para saludarnos a través de la reja. Nada más entrar, Bolita, la hija, se puso de pie y abrazó mis hombros con sus patas delanteras, apretándome contra su pecho y apoyando su cabeza en mi cuello. Me sobrecogieron el cariño y la naturalidad con las que lo hizo. Me abrazó con el calor y la sincera entrega con las que solo lo hacen tu hermana, o tu mejor amiga. Mientras permanecía abrazada y yo la cubría de besos y palabras dulces, la Madre Lola comenzó a dar vueltas alrededor de mis piernas, restregándose como una gata. Sentí que me transmitía: “Si mi hija dice que te quiere, yo te quiero también”.