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CRÓNICA DE UN ABANDONO ANUNCIADO.

04/12/2020

A lo largo de toda su vida, mi madre me fue dejando un rico legado de pequeños secretos de los que poder servirme para conseguir hacer de esta vida, una experiencia memorable. Y no lo hizo con teoremas ni ensayos, sino con todos y cada uno de sus actos, y gestos cotidianos. El primero y mayor mandato a respetar, es vivir con alegría. Cultivarla, mimarla, disfrutarla. Defender la alegría por encima de todas las cosas, porque sin ella, la vida se convierte en un lento y tedioso tránsito hacia la muerte.
 
En 1985, Serrat compuso un tema inspirado en un bello poema de Mario Benedetti. Dice así:
 
“Defender la alegría como una trinchera, defenderla del caos y de las pesadillas, de la ajada miseria y de los miserables, de las ausencias breves y las definitivas.
 
Defender la alegría como un atributo, defenderla del pasmo y de las anestesias, de los pocos neutrales y los muchos neutrones, de los graves diagnósticos y de las escopetas.
 
Defender la alegría como un estandarte, defenderla del rayo y la melancolía, de los males endémicos y los académicos, del rufián caballero y del oportunista.
 
Defender la alegría como una certidumbre, defenderla a pesar de Dios y de la muerte, de los parcos suicidas y de los homicidas, y del dolor de estar absurdamente alegres.
 
Defender la alegría como algo inevitable, defenderla del mar y las lágrimas tibias, de las buenas costumbres y de los apellidos, del azar y también, también de la alegría.
 
Otro de los grandes secretos que me entregó, es saber que para que cualquier persona califique un simple plato de judías verdes como “algo delicioso” y quiera repetir, conviene hacer una reducción de Pedro Ximénez con un sutil toque de clavo y anís estrellado, para agregarlo al sofrito de tomate con ajo y cebolla, con el que se terminarán de guisar. Así mismo, lo preparé este pasado miércoles y lo degustaba mientras el informativo iba relatando los sucesos del día. De pronto, un reportero y su cámara comenzaron a narrar el caso de una familia que había tenido que abandonar su hogar por falta de recursos económicos. Lo que vi a continuación hizo que dejase la cuchara en el plato y permaneciese mirando a la pantalla sin apenas respirar. Una pareja de mediana edad con sus dos hijos, y sus dos perros (grandes), llevaban seis semanas viviendo en el interior de su coche. Un coche que carecía de maletero familiar, en el que al menos los perros pudiesen tener su propio espacio en la parte de atrás.
 
En tan solo cinco segundos, experimenté un cóctel de sentimientos brutal. El primero de rabia, por la injusticia que supone que alguien pierda su derecho reconocido a tener una vivienda digna.  Después sentí: ¡¡di que sí, qué narices, tus perros son dos más de la familia y si hay que vivir en el coche, pues todos al coche!! Y por último, sentí que perfectamente yo podría ser protagonista de ese reportaje, por el riesgo que actualmente corremos todos de poder acabar perdiendo lo poco que tenemos, y por el firme convencimiento que siempre tuve, de que sería incapaz de separarme de mis perrillos, si la vida me obligase a vivir una situación tan severamente adversa.
 
Ante tanta gente que intenta deshacerse de los animales con los que ha convivido durante parte de su vida en cuanto se les presenta una situación en la que pueden representar una carga para llevar adelante sus planes, el acto de amor de esta familia hacia sus perrillos resulta heroicamente ejemplar. Creo que nada puede arrebatarle a mi silencio, la exclusiva de poder expresar todo lo que siento.
 
A la sinfonía de alboroto permanente en el que los humanos estábamos instalados hasta hace relativamente poco, ha llegado el silencio, y parece que lo ha hecho para quedarse. Todos somos testigos y protagonistas a diario, de multitud de situaciones que nos dejan sencillamente callados, sin saber muy bien qué decir, qué pensar, hacer o sentir. A los humanos, que tanto practicábamos ese noble deporte de no escuchar, de responder al otro sin apenas dejarle terminar su exposición, de mirar sin ver, de hacer sin pensar, de elegir sin distinguir, de hablar sin saber, o juzgar sin conocer, ahora, ahora nos toca guardar silencio.
 
Cada día mil historias, muchas dolorosas, muchas forzadas, otras inducidas. Todas complicadas. Dramas humanos en los que se ven implicadas las vidas de miles de animales inocentes, que una vez más, pagan un alto precio por nuestros desmanes. Animales cuya única culpa ha sido la de permanecer inquebrantables junto a las personas que un día decidieron tenerlos; haya o no comida, casa, trabajo, dinero o salud, ellos nunca nos abandonan. Para alcanzar la felicidad, tan solo necesitan permanecer a nuestro lado. ¡¡Qué locura, con la cantidad de cosas que necesitamos los humanos para “tener la sensación” de ser felices…!!
 
Y precisamente hace tres días, nos ha tocado vivir otra de esas historias que nos dejan con más silencio que palabras, y con más voluntad de ayudar que de juzgar. Recibimos el aviso de una muchacha que caminaba por una calle del madrileño Barrio del Pilar, y vio a un perro con bozal y cara de circunstancia, atado a un banco junto a una bolsa llena de cosas, y una gran nota escrita a mano en letras grandes.

CRÓNICA DE UN ABANDONO ANUNCIADO.
CRÓNICA DE UN ABANDONO ANUNCIADO.
¿Cómo se te queda el cuerpo tras leer esta nota? Quizás la palabra más apropiada sea “triste”, muy triste. Es evidente que ningún abandono es aprobable, ni aceptable, sino todo lo contrario, y esto es algo que sostendremos siempre. Pero también es cierto que no todos los abandonos se producen de la misma forma, ni desencadenan las mismas consecuencias, ni dibujan el mismo perfil de las personas que pueden llegar a abandonar a un animal. Se podría equiparar a los distintos tipos de crímenes cometidos por los humanos, y de cómo la justicia los juzga de forma más o menos severa, según considere que se hayan producido en ellos, hechos que puedan resultar atenuantes, o agravantes.
CRÓNICA DE UN ABANDONO ANUNCIADO.
Podríamos, por tanto, establecer diferencias diametrales entre alguien que abandona a un perrillo soltándolo en mitad de una carretera, con el casi seguro final del pequeño muerto por atropello y la posibilidad de ocasionar accidentes de tráfico, o el que abandona a un pequeño tirándolo a un profundo pozo ubicado en un perdido lugar en el que nadie podrá socorrerle, y la familia que ha abandonado al pequeño Rocco en un lugar muy frecuentado por personas que iban a poder leer el mensaje escrito a bolígrafo, repasando las letras hasta tres veces para asegurarse de que el mensaje no se borre, contando la historia en voz del propio perrillo, persiguiendo así llegar de forma directa al corazón de quien lo lea para que se quede con él, contando toda la verdad sobre lo que tiene y lo que no, y acompañado por el equipaje completo de todos sus enseres, para poder emprender un viaje hacia su nueva vida junto a otra familia que pueda quererlo como merece.
 
A los “abandonadores” de pozo y cuneta, desde El Refugio los perseguimos con todas nuestras fuerzas, para intentar sentarlos frente a un juez, y que sean juzgados y condenados por sus delitos. Sin embargo, reiterando que ningún abandono nos parece aceptable, a la familia que ha abandonado a Rocco, hoy, nos cuesta juzgarla. Hay en cada detalle de esta historia signos de ternura, de preocupación, y creemos que hasta de mucho dolor por la separación. Un largo y profundo silencio ha precedido más a nuestra voluntad de ayudar a Rocco, que a la necesidad de juzgar a su familia por el hecho de haberlo abandonado. Tampoco hay que olvidar que algunas personas solicitan ayuda a multitud de estamentos, asociaciones y organizaciones, recibiendo negativas por parte de todas ellas; cuando la respuesta recibida, siempre es no, el sentimiento de ahogo por la situación, debe de ser tenaz.
 
Llevamos muchos meses consecutivos viviendo historias tremendas, una tras otra, sin parar. Casos muy complejos de resolver, de perretes y gatillos muy mayores, muchos de ellos en estado de salud muy deteriorada, para los que es mucho más complicado de lo habitual encontrar familias dispuestas a adoptarlos. En muchas ocasiones, están surgiendo casos de dos y tres animales que han convivido durante muchos años, por los que estamos desviviéndonos para que no tengan que separarse, lo cual añade otra pizca de complicación.
 
Estas circunstancias nos están provocando cierta saturación en el ámbito veterinario para hacer frente a los tratamientos e intervenciones que requieren. También nos está generando una necesidad extra en el ámbito de las casas de acogida, y debido a las restricciones de movilidad y de visitas a nuestro Centro de adopción, para evitar riesgos de contagio del Covid-19, el número de adopciones que estamos pudiendo llevar a cabo es menor de lo habitual. El número de peticiones de ayuda ha aumentado exponencialmente, y nuestro compromiso de ayuda es, si cabe, más fuerte que nunca. Aun así, y muy a nuestro pesar, hay personas a las que no estamos pudiendo ayudar. A ellas, queremos pedirles disculpas una vez más, reiterando que es por falta de posibilidad, no de voluntad. Por lo demás, a todas las personas que continuáis a nuestro lado, y a los que os estáis sumando, haciéndonos llegar vuestro apoyo y cariño incondicional, deciros que, si siempre ha sido fundamental para nosotros teneros a nuestro lado, ahora lo es aún más. Son tiempos inciertos en los que intentar avanzar con paso firme sobre un suelo quebradizo, se antoja más difícil y arriesgado que nunca.
CRÓNICA DE UN ABANDONO ANUNCIADO.
CRÓNICA DE UN ABANDONO ANUNCIADO.
Y si hablamos de ayudar, ¡¡ahora lo importante es que te enamores de Rocco, de su alegría y bondad de cachorrón de 9 meses!! Es súper bueno y sociable con perros y personas (adultos y niños). No se puede ser más cariñoso que él. La mañana que estuve con él para hacerle las fotos que veis, llegué a casa sin que un solo centímetro de mi cuerpo, llevase un lametón suyo. Es inevitable, si pasas cinco minutos con él, te hará reír, y ya lo querrás como a un buen amigo, para siempre.
 
Esperamos y deseamos que nos escribas muy rápido un e-mail a  adopta@elrefugio.org para decirnos que quieres ser su familia. Si nos dejas un teléfono, nosotros te llamamos enseguida y a partir de ahí, como bien sabía mi madre, ya solo quedaría “defender la alegría” (no cabe duda de que Rocco sería un buen socio para conseguirlo cada día…).
 
Bienvenido a casa, Rocco, te queremos mucho.
¡¡Abrazos para todos, salud y muuucha Vida!!
CRÓNICA DE UN ABANDONO ANUNCIADO.
CRÓNICA DE UN ABANDONO ANUNCIADO.
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