Despertar una mañana y recibir el devastador golpe de comprobar que la persona a la que amas, con la que has compartido tu vida, ha fallecido. Solo quienes han tenido que pasar por ese trance, sabrían describir la profundidad de semejante dolor. Las dos perritas y el gato que ves en la foto, pueden hacerlo; María Lucía, su compañera humana, su mami, ha fallecido a la edad de 68 años, quedando solos, sin nadie que pueda hacerse responsable de ellos.
En cuanto conocimos su situación, los acogimos. Los tres son muy buenos, tranquilos y cariñosos. Lógicamente, están tristes. Somos conscientes del dolor y el desconcierto que para ellos está suponiendo haber perdido a la persona que más amaban, la que era su referencia en el mundo.