Recuerdo, como si fuese hoy, la primera vez que escuché la palabra “Terrícola”. La nombraban referida a seres que habitaban el planeta Tierra, pero daba la sensación de que quien la pronunciaba mencionaba a seres de otro mundo que no era el suyo (como si nos estuvieran observando desde la oscura profundidad del espacio exterior). Entonces, yo tenía esa cantidad de años que caben en los dedos de una mano; suficientes para sucumbir embelesada por ese término esdrújulo que me ha acompañado a lo largo de la vida, ayudándome a comprender que somos seres pequeñitos habitando un recóndito rincón de una inmensidad de la que desconocemos prácticamente todo.
Todo aquello despertó en mí la fascinación por las palabras esdrújulas. Poseen un extraño poder. Probadlo. Basta incluir una palabra esdrújula en cualquiera de las frases que pronuncies, para atrapar la atención de quien se encuentra frente a ti. Escápula. Tórculo. Romántico. Metáfora. Síncope. Melódico. Ridículo. Óptico. Vínculo. Álgido. Diáspora. Infinitésimo. Práctico. Todas tienen un carácter magnético que produce suaves impulsos eléctricos en tu cerebro.
Recreándonos en el capricho de los acentos, cabe observar que, si entendemos “cavernícola” como quien habita cuevas, “arborícola” quien lo hace en los árboles, o “frutícola” quien se alimenta de sus frutos, podríamos aceptar como válida la acepción “adoptícola” para definir a humanos que, decidiendo compartir sus vidas con animales, optan por hacerlo con aquellos que más lo necesitan; no con los que provienen de una crianza explotadora y lucrativa, sino con los que sufrieron la injusta condena de ser abandonados y, por ende, maltratados.
¡Aquí los tienes! Todos los humanos que aparecen en estas instantáneas, son adoptícolas. En concreto, ellos han adoptado a estos 8 pequeños a los que rescatamos en la provincia de Ávila. Os pedimos ayuda para que pudiesen encontrar su lugar en este pequeño mundo que llamamos “nuestro”, y aquí están. No cabe más belleza en cada una de ellas. Nos sentimos muy felices por poder compartirlas con vosotros. Reconoceréis siempre al adoptícola por su mirada clara, su sonrisa abierta, y una irremediable tendencia a anteponer las necesidades del que sufre, a las suyas propias. Además, hallan felicidad al hacerlo. Si es verdad lo que dicen sobre que la realidad tiene una cara y una cruz, está claro que todos ellos, son la cara.