Desde los albores de nuestra existencia, los humanos hemos sentido la necesidad de contar con una unidad de medida que nos ayude a cuantificar y ordenar las experiencias que vivimos. Aquello que hemos denominado como “tiempo”, ha sido, y es, el inexorable testigo silente de nuestro trascurrir por este mundo.
De péndulo, arena, de sol, o dígitos, los humanos hemos convertido los relojes en herramientas indispensables para medir el tiempo que, con inalterable exactitud matemática, marca hitos en nuestras vidas. Las estaciones, las efemérides, o los aniversarios, nos sitúan de forma precisa en momentos que fueron vividos, o lo serán pronto. Uno de ellos es la Nochevieja; ese día en el que la humanidad al completo se embriaga por la extraña sensación de que esa noche se acaba el mundo a las doce, para recomenzar a las doce y un minuto, con apariencia y vocación de “mundo nuevo”.
El repaso de todo lo vivido en el año que se va, casi se toca con los buenos propósitos y deseos para el nuevo año, de no ser porque los separa una finísima membrana imperceptible al ojo humano. Esa especie de puerta cósmica es la que atravesamos cada 31 de diciembre, en un ritual en el que debemos superar el reto de ingerir doce uvas en apenas un minuto, mientras suenan unas campanas a las que prosiguen múltiples descorches y cohetes.
Nero estuvo a punto de tener que atravesar esa puerta solo; apareció el 31 de diciembre en un pueblo de la estepa segoviana. Deambulaba por uno de los caminos que unen sus campos con el extenso pinar que lo rodea. Tenía ese caminar titubeante y nervioso tan característico de los perrillos que han sido abandonados. A cada cinco pasos, paraba para estirar su cabeza, como un periscopio al que hacía girar 360º intentando detectar cualquier atisbo de amenaza en un radio de 50 metros a la redonda.
Como cada día, Ana salió a pasear junto a su pareja por ese mismo camino. Al ver a Nero, y comprender de inmediato su situación, intentaron aproximarse a él para ayudarlo, pero se dio a la fuga. Sospechando que por la tarde podría seguir estando por los alrededores, volvieron a salir acompañados por su perrita. Lo volvieron a ver, y la presencia de la pequeña infundió en Nero la cantidad de confianza suficiente como para dejar que se aproximasen. Tras un rato de demostrarle que eran gente amigable y cariñosa, permitió que lo cogieran y se fueron todos juntos a casa. ¡Nero ya no iba a traspasar solo, la puerta cósmica que separaba el 22 del 23!
Ana puso en marcha todos los protocolos indicados para cuando encuentras a un animal perdido o abandonado. Lo fotografió. Lo compartió en todos los chats de vecinos del pueblo por si alguien lo reclamaba como suyo. Negativo. Preguntó en los mismos chats si alguien lo quería. Negativo. Llamó al Seprona. Se personaron. Comprobaron si tenía microchip. Negativo. Los agentes le dan a Ana el número de teléfono de El Refugio, explicándole que quizás sea la mejor opción para solucionar la situación del pequeño Nero, que tan sólo tiene 6 meses. Positivo.
Gracias a esa llamada, podemos contarte hoy el relato de un chiquitín adorable que ha sido rescatado en
“los umbrales del tiempo”. Es muy cariñoso y juguetón; con él, la diversión está garantizada. Estamos buscando a quien lo quiera adoptar. Si quieres conocerlo, escríbenos a
adopta@elrefugio.org adjuntando un teléfono de contacto, y nosotros te llamamos.
¡Querido Nero, nos sentimos muy felices por tenerte con nosotros (aunque sea por poco tiempo), y poder ayudarte a encontrar tu lugar en el mundo!
Pero “las Maravillas” de este recién estrenado 2023 no vienen solas, y ahora tenemos el inmenso placer de presentarte al precioso Kongo.
Este podenquito de ojos hipnóticos, apareció en una localidad almeriense. Estaba muy flaco y cojeaba de una de sus patitas delanteras. Desconfiado como él solo, obligó a sus rescatadores a emplear tantas cantidades de paciencia, como de alimentos variados. Esta receta no es infalible, pero en muchas ocasiones procura obtener finales felices.
Una vez pudo ser reconocido por un equipo veterinario, certificaron que tenía fracturada una de sus patas delanteras, de la cual se recupera favorablemente. Es muy cariñoso y bueno, tanto con personas como con otros perrillos. Tiene 1 añito y toda una vida por delante con la persona o familia que quiera compartirla y disfrutarla con él. Si queréis que Kongo, este gran regalo del Universo, forme parte de vuestra vida, sólo tenéis que escribirnos un correo a adopta@elrefugio.org y organizaremos una cita para que podáis conoceros.
¡Querido Konguito, podemos garantizarte que 2023 va a ser un año lleno de emociones, alegrías, y calor humano, para ti, Nero, y todos los pequeños a los que podamos salvar del abandono! Os queremos un montón.
¡¡Abrazos para todos, salud, y muuucha Vida!!
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¡Muchos cientos de pequeños en apuros te lo agradecerán eternamente!